CAMBIOS PSÍQUICOS
El preadolescente experimenta una imperiosa necesidad de satisfacer sus deseos y ello da lugar a un comportamiento caracterizado por la avidez, la crueldad, la falta de higiene y una cierta desconsideración general. Podemos escuchar a menudo a padres que se quejan del gran egoismo de sus hijos, y de la frialdad de las relaciones afectivas para con la familia. Sin embargo son capaces en este momento de establecer relaciones de amistad o de amor muy apasionadas y pasar de un comportamiento acético a una actitud de entrega y sometimiento a cualquier tipo de sensación que les produzca placer.
Éstas pulsiones sexuales pregenitales se transforman más adelante en genitales: el adolescente inicia una conducta más satisfactoria de cara a su familia y en general, a costa de un aumento significativo en el control de sus nuevos deseos que le arrastran a elaboraciones insconcientes de fantasías incestuosas. Parte de la energia psíquica se consume entonces en manejar sutilmente las defensas, mantenerse alerta entre el control de las pulsiones y la pujanza del deseo. Si bien este mecanismo es insconsiente, produce sus efectos en el comportamiento de los adolescentes: cambios repentinos en el estado de ánimo y dificultad para producir qué rumbo tomarán su pensamiento y sus acciones. Puede mostrarse subitamente rígido y lleno de inhibiciones tanto como entregado sin medida a satisfacer todos sus deseos.
A los padres acostumbrados a la uniformidad de conducta que caracteriza el llamado periodo de latencia, es decir, la etapa que transcurre desde el inicio de la edad escolar hasta la pubertad, les resulta difícil enfrentarse a los continuos cambios de actitud de sus hijos, que los llevan en la mayoria de los casos a un abierto enfrentamiento con ellos.
Los problemas suelen presentarse tanto a nivel familiar como en el ámbito escolar. El chico y, en menor medida, la muchacha, no se proponen una ruptura con su anterior forma de comportarse con el fin de fastidiar a padres y maestros: en todo ello cabe entrever los efectos y no las causas, de un conflicto interior de mayores proporciones.