LAS RELACIONES ENTRE PADRES Y FAMILIA
Los hijos que son utilizados para aliviar la frustación generada por el matrimonio se convierten en receptores de los conflictos que los padres proyectan y son manipulados en perjuicio del conyuge o a favor de uno. Una vez en la adolescencia, el sujeto que sufrió en propia carne estos <intercambios> puede deducir de ello una morbosa filosofía vital y llegar a convertirse de manipulado a manipulador escondiendo bajo este inmaduro procedimiento su propia inseguridad e inestabilidad.
La ausencia física del padre o de la madre por fallecimiento o por continuos viajes de trabajo , o la incapacidad o desinterés para ejercer como tales, confieren unas características especiales a los hogares y modifican sustancialmente la relación que se establece entre sus componentes, y grvan al joven o a la joven adolescente con la carga de un esfuerzo suplementario en el prceso de las identificaciones. Piénsese por ejemplo, en el caso de las madres solteras. ¿ Quién ejercerá sobre su hijo la función de padre?
Es necesario recordar una vez más que los sucesos reales son menos determinantes que la vivencia que cada sujeto tiene de las situaciones, y que aun las características más importantes pueden ser superada con la ayuda de la madurez y salud mental de los adultos a cuyo cargo esté el niño o adolescente, que deberán esforzarse en facilitar a éste nuevas imágenes de otros adultos, parientes, amigos , amantes, etc.,que pueden ejercer en su evolución psicoafectiva la función que al cónyugue ausente estaba encomendada.
Pueden observarse profundas diferencias en las actitudes de los padres- y del grupo social en general - ante los distintos lugares que puede ocupar un hijo en la dinámica familiar. Ser varón o mujer, el mayor o el más pequeño, son condiciones preestablecidas de la evolución del adolescente.
El hijo único, ajeno a las rivalidades fraternas, forma parte sin embargo de un triángulo en el que los problemas pueden ser más violentos ya que no hay hermanos en los que desplazar el conflicto. El adolescente que carece de la ayuda de los hermanos se enfrenta a la pareja con rabia y desconsuelo, que perviven de sus relaciones infantiles, y de ello le obliga a buscar apoyo fuera de la familia o a intentar una alianza con uno de los progenitores. Éstos por su parte, sienten mucho temor ante cualquier demanda de libertad e idependencia, que los enfrentaría a su propia soledad y a una imaginaria pérdida de su rol de padres. De ahí que muchos adultos que han consagrado su vida a la paternidad se muestren en este trance sobreprotectores o rígidos para con su hijo, y, posteriormente a la independencia de éste se sientan inacabados e inútiles.
Otro caso es el de las parejas de hermanos de distinto sexo, que funcionan como una pareja simbólica, dónde el chico proteje a su hermana y ésta se ampara en él para obtener mayor libertad de sus padres.
Tambien es diferente, según el medio social, la demanda de responsabilidades y la oferta de las responsabilidades que suelen encomendarse al hijo mayor y a los restantes. No ser el hijo mayor tiene sus ventajas en esta etapa, pues los padres han vivido ya el problema adolescente con sus otros hijos: conocen ya, de modo general, el ímpetu pasional, los cambios emocionales y el deseo de libertad que caracterizan a la adolescencia. No obstante, puede suceder también que si los padres se han visto superados por las demandas del mayor, intenten ahora mantenerlas a raya en el siguiente.